viernes, 28 de marzo de 2014

EL NOMBRE DE DIOS.



El nombre de Dios. (1)

Charles Bradlaugh (2) pensaba que, para el ateo, la palabra "dios" es apenas un sonido; un concepto vacío, carente de significado. Pero, ¿sólo para el ateo? Siempre he pensado que el creyente, indistintamente de su c
onvicción, hace tiempo dejó de tener una idea clara de a qué llama Dios. Es más, considero que el término se ha transformado en un comodín que se utiliza cuando no se tiene nada más a qué recurrir para enfrentar las adversidades o las incertidumbres de la vida.

Usualmente oímos frases como “Dios es amor” o “en Dios hallarás todas las respuestas”; enunciados que, no sólo carecen de significado, sino que se refieren a cualidades imposibles de atribuir a entidades cuya existencia no nos consta. Este tipo de argumentos no hacen referencia a un dios, sino a las incertidumbres o necesidades que se supone la idea de éste debería responder. De igual modo, y como consecuencia del mismo proceso, la palabra “dios”, o el hecho de creer en su existencia, pasaron a ser utilizados como metáfora de aquellos sentimientos que parecieran querer poseer quienes sostienen tales reemplazos. Amor, conocimiento, compasión y otros tantos, son frecuentemente planteados como cualidades que se pueden adquirir o imitar con sólo transformar los supuestos en convicción.

Cicerón (3) definió lo moralmente correcto como el comportamiento que es llevado a cabo independientemente de las ventajas que se pudiesen alcanzar. Por lo mismo, si las adecuaciones ideológicas se toman como moneda de intercambio para obtener un estatus moral, implícitamente se resta valía a las actitudes que son rectas de acuerdo al juicio común porque no buscan ventaja, sino únicamente un fin orientado al bienestar.

En definitiva, el creyente sostiene que Dios es la fuente última de su moralidad y el medio para adquirir las cualidades que el simple hecho de actuar con el bien como meta le podría otorgar. El ateo, por su parte, entiende que la moral es únicamente el conjunto de normas establecidas en el seno de la sociedad, por lo cual se abstiene de imaginar un parámetro sobrenatural para definir qué acciones son llevadas a cabo de buena voluntad. Y precisamente al percatarnos de esto, deducimos qué define la palabra “dios”: absolutamente nada.


1. "El nombre de Dios ha producido en todas partes el derecho divino; y la historia del derecho divino está escrita por la mano de los opresores con el sudor y la sangre de los pueblos; y nosotros, que presumimos de libres e ilustrados ¿no estamos luchando todavía contra el derecho divino? ¿No temblamos todavía como unos niños cuando se nos dice que una falange de mujerzuelas nos asaltara al discutirse la tolerancia de cultos, armadas todas con el derecho divino? Si una revolución nos lanza de la tribuna, será el derecho divino el que nos arrastrara a las prisiones, a los destierros y a los cadalsos." Fragmento de un discurso con que el escritor y periodista mexicano Ignacio Ramírez impugno la frase "en el nombre de Dios" en el proyecto de la Constitución de 1857.

2. Charles Bradlaugh (1833 –1891) fue un activista político y uno de los más famosos ateos ingleses del Siglo XIX.

3. Marco Tulio Cicerón (106-43 AEC) fue un jurista, político, filósofo, escritor y orador romano.

-Pablo-

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