viernes, 20 de marzo de 2015

CRITERIOS DE EVIDENCIA.



El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona. (1)

Hemos aprendido que nuestra concepción de la realidad se construye en la mente, a partir de la percepción de nuestros sentidos. 
Epicuro llamó “criterios de evidencia” a dichas percepciones. En ellas, él suponía que el ser humano basa sus representaciones mentales, dado que no podemos conocer lo que no percibimos. 
Así, Epicuro dedujo que lo “espiritual” no existe, y que todo lo existente, la naturaleza corpórea o material, está formado por átomos; idea que propusiera primeramente Leucipo de Mileto. También Aristóteles creía que todo conocimiento necesita de la experiencia y que gracias a la acción del intelecto podemos conocer y comprender nuestro mundo. Postuló que sin representaciones sensibles no es posible pensar, y que el conocimiento comienza con la percepción, para luego llevar a cabo una abstracción que permite la captación de la realidad misma. 
Es así precisamente como notó que durante los eclipses lunares, al posarse la sombra de la Tierra sobre la Luna, ésta presenta bordes curvos, y dedujo que la Tierra debía ser esférica. De la misma manera, a través de la percepción y la deducción lógica, Eratóstenes calculó el perímetro de la Tierra en 39.614 kilómetros, siendo de 40.008 kilómetros la cifra conocida en la actualidad. 
Bajo el mismo criterio: teorización y deducción, Anaximandro definió la idea de la evolución de los seres vivos, sosteniendo que los vertebrados, incluidos los seres humanos, descienden de los peces. Propuso también la primera aproximación a la teoría heliocéntrica, deduciendo que el Sol, la Luna y los planetas rodean a la Tierra.

Irónicamente, más de 2500 años después, la humanidad perpetúa criterios acordes con seres primitivos y supersticiosos. 
Los cultos religiosos proliferan y las creencias reemplazan en muchas ocasiones al conocimiento. La razón es relativizada en nombre de mitos oscurantistas, ajenos a nuestros tiempos. 
Los parámetros del sentido común se ven desplazados por sistemas de pensamiento que, como Nietzsche nos diría, nos remiten a un accionar subordinado a la aceptación del mandato incuestionable del amo; tal como si fuésemos criaturas cuyo discernimiento se anula ante una autoridad irrevocable. 
He aquí la insignificancia en su máxima expresión; aquel desprecio autoimpuesto por el conocimiento del que Aristóteles nos hablara al afirmar que los seres humanos pueden ser los causantes de su propia ignorancia.

Nota: (1) Frase atribuida a Aristóteles. El resto del texto corresponde al capítulo 5 de El ser Imaginario: Evidencias de inexistencia.


http://vacioesformaformaesvacio.blogspot.com.ar/2012/08/la-escuela-de-atenas.html

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